Amanece un nuevo día en este crudo invierno. Una tenue luz se filtra por la ventana recordándome que cada día es un día menos que falta para nuestro encuentro. El cielo permanece oculto tras las nubes y el viento azota con furia los cristales. Busco una de esas gruesas mantas que mi abuela todavía guarda en un viejo baúl. Me arrullo en ella y me dirijo a la ventana con el corazón melancólico, estos días grises me vuelven débil el alma y mi ánimo. Miro a lo lejos, al horizonte, buscando algo sin mirar. Sé que te busco a ti en la distancia, el susurro de tu corazón.
Mira bien por tú ventana, pues no me ves… pero estoy ahí. En la lejanía, como un halcón, observándote, animándote, cuidándote. Pronto será ese encuentro, dónde nos contaremos nuestros secretos, la profundidad de nuestros sentimientos, ese encuentro… dónde tus anhelos, serán mis desvelos, dónde la alegría, será ese día en que por fin… nos veremos.
Tantas y tantas cosas han sucedido, desde aquel día, que cruzó, nuestros caminos. Quién podía sospechar, que nacería una profunda amistad… Algo más fuerte que el cristal, que nada ni nadie, podría dañar. Soportando inquietudes, soledad y desazón, pero así es el amor… te atraviesa, llega sin avisar, se instala en tu corazón… Y ya no hay solución… así de dura y triste es la realidad de la vida. Pero nuestra fortaleza, quizás logre superar toda barrera y si no… siempre nos quedara ese corazón y nuestra amistad, que nada ni nadie… podrá romper jamás.
Ellos se ríen de mi por ser diferente, yo me río de ellos por ser todos iguales. (Kurt Cobain)
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