Soy quién soy pese a quién pese. Esa soy yo.
Bienvenidos a mi rincón.
Myriam Luna.

sábado, 17 de diciembre de 2011

LATENTE

Siento el frio penetrar entre las sábanas. Extiendo levemente mi brazo buscándote, pero ya no estás. Te oigo caminar por la habitación. Abro ligeramente los ojos, te veo en la penumbra de la habitación. Apenas ha amanecido, sólo unos pequeños rayos de sol se dejan ver por la ventana.
Observo los movimientos sigilosos de tu cuerpo desnudo por la habitación. Me hago la dormida, pero te observo, me gusta hacerlo, admirar tu cuerpo, tus curvas de mujer.
Sabes que te observo aunque me haga la dormida, me conoces bien. Te mueves a propósito para mí. El vaivén de tu cuerpo me excita y lo sabes. Buscas tu ropa, te vistes pensando en un después. Lo haces frente a la ventana sombreando tu cuerpo los rayos del sol. Sabes que no podré contenerme por mucho tiempo, me provocas con tus movimientos.
Me rebelo contra mi quietud, con sigilo me acerco a tu cuerpo. Me estás esperando, lo sé. Estamos conectadas, me presientes a tu espalda. Dejas posar tu cuerpo sobre el mío ya ardiente, nuestras manos se entrelazan con fuerza, fundiéndose. Nuestras bocas se buscan con deseo, dando rienda suelta a la pasión.

EL VACIO

Siento la necesidad de escribir y no sé por dónde empezar. No sé de que hablar, no sé que contar. Busco miradas anónimas que me ayuden a inventar una vida, escucho con disimulo conversaciones que me sirvan para crear una historia. Busco imágenes, fotografías, que ayuden a inspirarme pero solo encuentro el vacio en el papel. Parece que me sienta vacía, vacía como el papel.
Quiero escribir… sé que no debo agobiarme ni presionarme, porque así sólo conseguiré bloquearme más. Necesito relajarme, no pensar en nada.
Hoy hace buen día, hace sol y apenas hace frío. Salgo al porche a contemplar el ir y venir de los pájaros, a escuchar sus trinos, cierro los ojos y los recuerdos vienen a mi mente.
Estoy sentada en la playa jugando con la arena, apenas soy una niña todavía, haciendo castillos de arena con mi cubito y mí pala. Las gaviotas sobrevuelan la playa. La marea está subiendo, y una ola pasa por encima de mi castillo. El mar se lo tragó, se lo llevó. Mi inocencia infantil no lo puedo entender. Mi alma se rompió en mil pedazos, tanto trabajo realizado había desaparecido. Mis ojos se inundaron de lágrimas, rompí a llorar como si mi mundo tocara a su fin.
Entonces escuché su voz.
-No te preocupes que rápido hacemos otro, más grande y mejor.
Pero yo no podía dejar de llorar. Entonces me cogió entre sus brazos y me estrechó contra su pecho, protegiéndome del mundo y sus fantasmas. Poco a poco dejé de llorar sintiendo su calor, su cariño, sus manos secando mis lágrimas.
Ahora en mis recuerdos las lágrimas asoman de nuevo a mis ojos ante tu recuerdo. Levanto mi rostro al cielo, y puedo sentir tu calor secando mis lágrimas al sol.


(Dedicado a mi abuelo)


miércoles, 14 de diciembre de 2011

LOW BATTERY

Me llamo K 535 i , tengo una autonomía de 24 horas y si me pongo, a veces ni duermo.
Mi batería es de litio, que dura más, pero últimamente no salgo de la cama así es que debo de gastar poco..... de la tecnología punta podría decirse que tengo una memoria excelente...¡Cómo olvidar!. También dispongo de memoria fotográfica ilimitada, aunque a veces pienso que sólo me sirve para tener las pupilas cargadas de imágenes que no quisiera volver a ver.

Por supuesto, dispongo de una agenda y de una capacidad increíble de organización y planificación. No hay más que ver lo bien que planifico tu vida a la vez que hago la casa, nuestra casa, hago la compra, llevo a los niños al colegio, los nuestros, y en definitiva organizo la vida diaria, la nuestra.

Todo dispuesto para cuando tú llegas, que para eso eres el que trabaja, ¿verdad cielo?
Anoche, pasé de enchufarme a la red, pasé de cargarme aún sabiendo lo que eso supondría. Elegí rendirme, porque para vivir así mejor desenchufarme.

Me sentía inmensamente abatida, vencida, me rendí. Me dejé apagar...

Hoy tengo miedo.

Me miro en el espejo y analizo cada arañazo de mi carcasa, cada marca irreparable, cada sombra, cada cicatriz. Siento como la pantalla, la mía, se nubla.

-Me habrá entrado agua- pienso mientras con suavidad recojo las lágrimas.

Hoy tengo miedo de caerme una vez más y romperme definitivamente. Como aquellos viejos ericsson a los que se les rompía la tapa y ya no servían, o como cuando caes tan frontalmente, que la pantalla lcd se despide bruscamente y hay un silencio enorme, sepulcral, sin adioses ni lágrimas, sin más, porque no hay qué decir ni qué hacer.

Porque ya no existes, ni has tenido tiempo de dudar si quieres seguir existiendo... aunque sea así, de este modo.

Hoy tengo miedo de caerme y quedarme bloqueada para siempre. Miedo de caerme aun siendo tú quien me tira, quien me empuja y golpea. Quien me humilla y me abolla.

Porque soy yo, sí; soy yo quien se cae aunque la empujes, soy yo quien decide enchufar cada noche su alegría y su esperanza en vez de salir corriendo de una vez.

SOY YO quien maquilla grietas con pegatinas o le resta importancia a que algún botón no vaya bien, fruto de la última caída...

Menos mal que soy zurda.

Hoy, después de mirarme al espejo me he metido en la cama. Mi cuerpo, mi cerebro, mi alma están fuera de cobertura. Apenas me puedo mover. Cierro los ojos

Te pienso.

Me duele todo el cuerpo. De golpe, me siento todo lo mayor que tú me dices que parezco, me acaricio despacio el vientre y noto como pesa ese kilo de más que ni un solo día has dejado de recordarme. Miro despacio mis manos, mis teclas, mis opciones...

Cierro los ojos y te pienso de nuevo, tan guapo, tan inteligente, tan trabajador... Y un dolor intenso recorre mi alma a la vez que un pitido me arranca de mis pensamientos.

Me incorporo. Estoy temblando. Un sudor frío me recorre.
- Soy yo quien se cae aunque tú me tires- pronuncio despacio. Soy yo quien cada noche....soy yo quien no se marcha......soy yo.

No puedo más, me va a estallar la cabeza.

-¿pero quién soy?- me atrevo a balbucear.

De nuevo un dolor, si cabe más profundo, me recorre cortándome el aliento y tras de él ese ensordecedor pitido.

-¿Qué pasa? ¿Qué me está pasando?

Me asusto, tengo miedo. Salgo todo lo rápido que el dolor me permite de la cama. Voy a tientas hasta el cuarto de baño y enciendo la luz. Apenas me tengo en pie, no hallo fuerzas...

De pronto, alzo mi cara hacia el espejo y lo veo. Es rojo, enorme, aterrador.

Un único mensaje:

LOW BATTERY.

Tengo miedo. Rompo a llorar, me rompo. Intento borrar el mensaje del espejo...no es posible, golpeo. Me inundo en llanto.....no es posible. Me digo: -No quiero-

No quiero apagarme.
De nuevo ese maldito pitido en mis oídos, en mi alma. Y es ella, mi alma, la que grita, la que me grita: No te rindas. No te apagues. Huye. Escapa...

A duras penas me sostengo en pie pero encuentro la energía necesaria para moverme y utilizar la escasa batería que me queda en no rendirme, en no apagarme.

Estoy débil, muy débil. Tocando fondo. Mis movimientos son lentos pero seguros. Sé hacia donde voy.

Me siento culpable por no haberme enchufado anoche, ahora tendría más fuerzas para moverme....o quizá no, quién sabe.

Respiro hondo y decido dejar de llorar.
-Sé quién soy- me digo mientras me visto con dificultad. -Sé quién soy-, repito intentando llenarme de esa otra energía en la que yo sí creo.

Cojo las llaves y cierro la puerta de golpe. Algo se rompe dentro de mí, duele, duele mucho, tanto que me paraliza. Vuelvo mi mirada a esa puerta, a lo que significa.

Estoy temblando. Te pienso y siento como todo se derrumba. Dudo. Retrocedo. Cierro los ojos para no mirar más, sigo paralizada, intento buscarte en mis recuerdos, en mi piel, intento perdonarte, girar la llave de nuevo, engañarme.

De nuevo el pitido hace que me maree, me apago, introduzco el pin y me vuelvo a encender. Rezo para no apagarme. Reacciono. Me tiemblan las piernas y grito:

-No quiero apagarme-.

Lentamente comienzo a bajar las escaleras, a separarme de la puerta, de ti. Mis pasos son torpes, pesados, muy lentos. Poco a poco voy bajando cada escalón hasta el portal, hasta la calle...

Entro en la tienda de telefonía que hay al lado de mi casa y como en un último suspiro suplico al dependiente que me atienda.................... LOW BATTERY.

Se me cierran los ojos.



Han pasado cuatro meses y aún siento mucho dolor. No tengo prisa. Tengo toda una vida por delante. Sonrío.

Una melodía me arranca de mis pensamientos:

“Escapa, que la vida se acaba, los sueños se gastan....los minutos se marchan.

Siente la llamada de la libertad.....”

- Poco a poco- me digo suavemente mientras busco mi móvil en el bolso.

- ¿Si?. SÍ, SOY YO...


Me llamo Elena y hoy no tengo miedo.



TERESA GARCIA

martes, 13 de diciembre de 2011

Tenemos que hablar

“Tenemos que hablar” me digo en voz baja intentando que no me tiemble mucho la voz... A fin de cuentas esto no es más que un ensayo, uno de tantos.
Me retiro suavemente el flequillo de la cara sin apartar la mirada del espejo e intento una vez más creérmelo. “Tenemos que hablar” repito más fuerte pero más calmada.

Cierro los ojos intentando recordar aquellos ejercicios que aprendí muchas veces y en demasiados sitios. Respiro hondo y voy repasando mi discurso despacito. A fuego lento para no quemarme.

¿Y si no quiere que hablemos? Abro los ojos a golpe de exhalación.
¿Y si no me deja expresar lo que yo quiero? ¿Y si no soy capaz…?
Inhalo, exhalo, inhalo…...corro a mi habitación en busca de mi inhalador.

“Ahora no, ahora no” digo entre ahogos, no es momento de crisis de ningún tipo. Él puede venir en cualquier momento y si no consigo controlar mi respiración y mi ansiedad y mi…... sí, ¿porque no decirlo? mi miedo, esto será un nuevo ensayo ante mi espejo. Además de un nuevo fracaso.

Permito al inhalador hacer su labor, inspiro fuerte, dos veces como siempre. Respiro mi debilidad. Siento como mi boca se llena de ese sabor que tantas veces me salva el día pero del que me gustaría desprenderme de una vez por todas.

Hoy no me puedo venir abajo, hoy no. No lo soportaría más. Necesito que hablemos, necesito decírselo ya. ¿Por qué tardará tanto...?
Bueno yo a lo mío, ya llegará. Seguro que fue a tomar algo con los compañeros del trabajo.

“Respira, relájate” me dice una voz que me cuesta reconocer como mía.

“Sí claro, relájate” le respondo. ¡Como si fuera tan sencillo!

“Pues nada, ahógate y pásate otro mes frente a tu espejito haciendo pruebas de voz” dijo antes de que pudiera silenciarla.

Basta de charlas me digo recobrando energías. “Me he pasado media vida hablando contigo y no me ha servido de nada, ahora toca el momento de hablar con él.”

“Está bien” me dice despareciendo de mi garganta y de mi mente.

Miro el reloj de la cocina, las 21:15. Dejo a mis ojos volar sobre la mesa preparada para dos, sobre el ‘tupper’ semiabierto, los platos recién lavados, el suelo barrido y me invade un sentimiento agridulce de tristeza y espanto.

“¿De verdad quieres hablar con él?” me dice de nuevo la silenciada anteriormente.

Y por unos instantes mi silencio se convierte en un respuesta llena de ambigüedad.

“Ya no puede ser de otra manera” le respondo con cariño e incluso seguridad.

“Mira que si después te echas atrás vas a resultar más patética de lo que ya piensa que eres” se atreve a decir.

De nuevo me regalo unos segundos de silencio antes de contestarla.

“Te mentiría si no te dijese que tengo miedo, pero ya no puedo echarme atrás y lo sabes.”

“Ya, ya, si lo sé. Pero seamos prácticas….ahora hablas con él, si es que aparece, le dices lo que opinas ¿y luego qué?”

“¿Cómo que qué? ¿Te parece poco? Pues luego, me tendré que ir.”

“No me hagas reír. ¿Crees de verdad que te va a dejar ir después de lo que le vas a contar? ¿Acaso no le conoces?”

Salgo de la cocina y camino a oscuras por el largo pasillo que me lleva al salón, mi cuerpo está cansado, ayer apenas pegue ojo. Son las 21:35. Aún es pronto me digo, buscando desesperadamente algo de calma.

“Bueno, ¿qué? ¿No me respondes?”

“Cállate, por Dios, cállate de una puta vez. Déjame. Esta vez es diferente y lo sabes. Quiero estar tranquila hasta que él llegue. Lo vas a echar todo a perder.”

“¿Yo?” “¡Tendrás valor! Yo te conozco mejor que él y sé que hoy no será la última.”

“Yo me conozco mejor que tú y sé que hoy será la última.”

En la habitación se oye mi teléfono móvil, un mensaje. Me apresuro y mis nervios dejan al descubierto mis flancos débiles....corro hacia la habitación y leo el mensaje.
No es él. Maldigo a las compañías de teléfono con su agobiante información sobre promociones. Tiro el móvil contra la cama a la vez que dejo caer mi cuerpo sobre ella.

“¡Maldito seas!” digo. “¿Dónde coño estarás?”

Me ha dicho mil veces que no le llame al móvil, que si no viene es porque algo estará haciendo, que si algo pasa él me llama, que no le controle la vida.
¡Qué gracioso! ¡Que no le controle la vida! Suena hasta creíble. Al menos tú tienes vida, no como yo pienso en voz alta. ¿Y si le llamo y le dan de una vez por saco a todas sus órdenes?

“No lo hagas” me dice rápido la otra. ”Ni se te ocurra.”

“¿Por qué no? ¿No me crees capaz? ¿No decías que hoy no sería la última?”

Noto como mi pensamiento va tan veloz como mi respiración.

“Si le llamas, él vendrá enfadado y tus probabilidades de que te escuche e incluso de que no te insulte serán drásticamente reducidas. No le llames.”

Suspiro profundamente y le doy la razón. Me levanto de la cama e intento ocuparme en algo. Estoy nerviosa, no dejo de frotarme las manos. Debo calmarme de una vez, pero no es fácil, son muchos los intentos y muchas las retiradas. Hoy no será así
Si él llega enfadado no tendré ninguna opción, será mejor que espere tranquila. “Tranquila” repito con cierto retintín para que la otra se dé por aludida.

Me siento en el sillón y abro el libro que me estoy leyendo, le doy a mis ojos la sencilla orden de leer pero no están muy por la labor. “Esta decisión no es fruto de un arrebato” les digo, para que intenten hacer un esfuerzo y se concentren en leer. Están algo irritados pues esta mañana los tuve llorando un buen rato. No quieren leer. Yo tampoco.
Cierro el libro despacio y después los ojos. Silencio. “No hables” le digo a la que viene a atormentarme con preguntas.

El ruido de la puerta me despierta. No puede ser ¿cuánto tiempo ha pasado? Permanezco unos segundos inmóvil, observo a mi estómago encogerse, a mi mente cerrarse. Cada parte de mi cuerpo le teme, yo también.

“¿Qué haces ahí a oscuras?” me pregunta. Su voz no denota enfado pero tampoco calma.

“Estuve leyendo bastante rato y me debí quedar dormida” le miento.

“¿Has cenado algo?” le pregunto acompañándole hacia la cocina.

“Si, si...he cenado. Estoy roto, me voy a la cama.”

“Espera” le digo, pero su cuerpo ha girado ya hacia la habitación y mi voz no ha sido lo suficientemente fuerte.

Me quedo quieta en el pasillo, estoy muerta de miedo pero tenemos que hablar, tiene que ser hoy, no puedo más.

“¡No te ha dicho que está roto!” me dice con tono agresivo de nuevo esa voz que martillea mi cerebro incesantemente.

“Ya, pero si no lo hago ahora temo no ser capaz mañana” le respondo intentando ablandarla.

“No sé, pero si quiere acostarse no va a tener ganas de escucharnos.”

Es la primera vez que la otra habla en plural, que se solidariza conmigo, que parece comprender que ya no puedo más.

“Nunca habrá un buen momento, mañana se tendrá que ir rápido a trabajar, a mediodía, si viene a comer, querrá ver el telediario, luego marchará de nuevo...y así llevo demasiado tiempo, lo sabes de sobra.”

“Sí, es cierto” me dice suspirando y mostrándose más comprensiva de lo que acostumbra.

“Hagámoslo juntas, te suplico, te necesito a mi lado, siendo una que es lo que a fin de cuentas somos, confía en mí.”

“Tengo miedo” dice. “Yo también” le respondo, “pero las dos sabemos que tiene que ser hoy. Ya. Antes de que se acueste.”

Cuando entro en la habitación él está terminado de desvestirse. Le observo pero no pienso, ahora somos una y nada va a impedir que hable, ninguna duda ni valoración de última hora.

“Tenemos que hablar” le digo con voz tranquila pero fuerte, creyéndomelo.

“¿De qué tenemos que hablar?” me responde sin dedicarme la más mínima atención.

Sé que si le digo de ir al salón para hablar más tranquilos no va a querer, es más, puedo perder la oportunidad de hablar, e incluso puede enfadarse porque está cansado. No, no necesito un escenario....

“He conocido a alguien” me atrevo a decir.

“¿Qué?” repite sabiendo perfectamente lo que ha oído. “¿Puedes repetírmelo?”

“¡Cabrón!” pienso

“Que he conocido a alguien” repito más fuerte pero consiguiendo mantener el tipo.

“¿Qué significa que has conocido a alguien? Yo conozco a muchas personas cada día.”

“Significa que he conocido a alguien que me importa más que tú. Significa que he conocido a alguien por quien merece la pena vivir, alguien cuyos ojos me transmiten vida y alegría, alguien que no me juzga....ni me...”

Tomo aire y agradezco enormemente que no me interrumpa, por un instante empiezo a pensar en qué pensará él, pero acallo ese pensamiento a golpe de palabra....

“Significa que he conocido a alguien que quiere ser feliz, alguien que me escucha, que me comprende, que se muestra tolerante ante mis defectos. Que le gusta leer, escribir, escuchar música, pasear...todo aquello que tú aborreces.”

“¿Y puede saberse quién es ese súper-hombre?” responde con cierto sarcasmo, no mostrando ni pizca de preocupación por cuanto ha escuchado anteriormente.

“¿Para qué quieres saber quién es? Lo que debes saber es que no quiero seguir más contigo.”

“¿Estás de broma, no?” me dice con un tono algo más desafiante.

“No, no es ninguna broma, ese alguien a quien he conocido me ha dado la fuerza necesaria para poder hablar contigo.”

“Ese hijo de puta ¿ha estado en mi casa?” me pregunta a la vez que su cuerpo va tomando la forma que tanto habíamos previsto.

“Si” le respondo sin apartarle la mirada, aun sabiendo que en su lenguaje eso supone un acto de guerra. “Es mejor así.” le digo tranquila. “Me iré esta misma noche, no necesito nada.”

“Escúchame bien, porque te lo voy a decir sólo una vez. Tú no vas a ir a ninguna parte. ¿Lo entiendes?” Su voz no tiembla, tampoco su mano apretando mi cuello.

Me gustaría decirle que me hace daño, que me suelte pero en todos estos años he aprendido que si le muestro mi debilidad, más me aprieta. Doy una orden a mis ojos para que no lloren, para que no me fallen ahora. El tiempo se hace lento, cierro los ojos.

“¿Me has entendido?” repite soltándome bruscamente.

“¿Y tú? ¿Me has entendido tú?” me atrevo a responder.

Una bofetada hace que mi rostro gire hacia la puerta como escapándose antes que yo.

“No tenemos más que hablar. Y dile a ese alguien que como aparezca por aquí os mato a los dos.”

“Ese alguien a quien he conocido, cuyos ojos rebosan vida lleva mucho tiempo viviendo contigo pero yo no la conocía. Ese alguien a quien matarías si aparece por aquí, está delante de ti ahora mismo. Ese alguien a quien tú has llamado súper hombre no es otra que yo reconociéndome a mí misma...”

Una segunda bofetada mayor que la anterior hace que mi cuerpo se caiga al suelo, no así mi voz....

“Ese alguien a quien llamas hijo de puta por entrar en tu casa, lleva viviendo aquí demasiado tiempo, ese alguien hoy, al mirarse al espejo se encontró con una vida por vivir lejos de ti. Ese alguien se llama Eva, ¿te acuerdas de mi nombre?”

Una patada atraviesa mi costado. Temo que vengan más, pero ya no puedo parar...mi voz ha tomado la energía y las riendas....

“Tiene 41 años y se gusta a sí misma, y hoy se va a marchar para siempre de tu lado, por muchas bofetadas y patadas que me sigas dando. Lo difícil ha sido encontrarme pero ahora nada de lo que hagas puede pararme...”

“¿Estas segura de que nada puede pararte? Como cruces la puerta te mato” continuó al ver su pregunta sin respuesta.

“No puedes matarme porque ya lo has hecho durante todos estos años. Para ti estoy muerta, no para mí.”

“Como cruces esa puerta te mato” repitió con los ojos llenos de ira.

“No lo harás. Un hombre como tú no tiene valor para luego asumir las consecuencias de sus actos. No quieres ir a la cárcel y no te vas a suicidar como hacen otros hijos de puta como tú. Así que déjalo ya.”

A pesar de la seguridad mostrada todo mi cuerpo tiembla, tanto que me impide moverme despacio hacia la puerta.

“¿Qué hacemos?” pregunta ansiosa mi otra voz.

“Calla” contesto rápido.

El tiempo no va lento, se ha detenido. Y yo no tengo todas conmigo de que él pueda reaccionar de otro modo al que yo conozco. Busco fuerzas y empiezo a dar órdenes sencillas....a mis manos, a mis pies, a mis ojos, iros moviendo, reaccionar suave les susurro hacia dentro.
Por la tarde había preparado todo mi bolso con lo que necesitaba, llaves, dinero...etc.
Solo tengo que llegar hasta la entrada, después él no se atreverá a salir por los vecinos.

El hecho de que él haya parado sus ataques me desconcierta, me mantiene en una alerta hasta ahora desconocida. Soy consciente de que no tengo mucho tiempo ni espacio. Solo tengo que correr hasta la salida en cuanto vea la posibilidad de hacerlo.
Mientras llega ese momento permanecemos inmóviles en la habitación, él me da la espalda y yo me muevo de a poquitos, tan pequeños que ni yo los aprecio. Tengo la certeza de que cuando me mueva del todo será como en esos documentales que tanto he visto del león tras la gacela. Y no sé si seré como esas pocas gacelas que consiguen llegar donde el león no llega.

“Llegarás” me dice la otra pasando por alto la orden estricta de permanecer callada.

Y en ese mismo instante corro. Corro como no sabía que era capaz de hacerlo. Corro como en los deportes que él tanto ve. Corro como quien huye del fuego o del agua. Corro con millones de voces de mujeres diciéndome: ...”¡¡¡Corre!!!!”

No sé en qué punto del camino se paró el león. Sólo sé que yo estuve corriendo meses y meses y que hoy por fin tomé café con ese alguien a quien conocí. Y con la otra, claro....


de TERESA GARCIA

domingo, 4 de diciembre de 2011

Siete

Un mínuto, una palabra.
Un segundo, una mirada.
Un "te quiero", una caricia.
Un deseo, una esperanza.

Dos vidas entregadas,
madrugadas desveladas.
Dos almas abrazadas,
mañanas compartidas.

Tres besos robados,
un cruce de caminos.
Tres vidas que yo viviera,
en cada una por ti muriera.

Cuatro manos entrelazadas
en las frias noches calladas.
Cuatro acaricias entragadas,
previas a las calidas batallas.

Cinco dias compartidos
por cuerpos deseados.
Cinco dedos alborotados
en tus senos extasiados.

Seis meses separadas
por un trecho alejadas.
Seis suspiros susurrados
de latidos acompañados.

Siete pedazos sesgados,
dos corazones olvidados.
Seis lamentos llorados.
Siete gritos callados.

Camisón Carmesí

No importa donde vayas
ni donde te escondas,
que yo te encontraré,
en mis brazos te acunaré.

No importa lo que digas
tampoco lo que pidas,
que yo te embrujaré
luego te poseeré.

No importa lo que hagas
que mia tu serás, no te salvarás
de mis brotes de pasión
para arrancarte el camisón.

Deseo Desatado


ME ABRAZAS POR LA ESPALDA
ME ESTRECHAS CONTRA TU PECHO
ME GIRAS, ME BESAS, ME ABRAZAS.

CONTRA MI BOCA DESATAS UNA GUERRA
LABIO CON LABIO EN UN DUELO
LENGUAS QUE SE JUEGAN.

ME ATRAPAS EN TUS BRAZOS
ME EMPUJAS A LA PARED.
Y EN MI CUELLO TE DESATAS

SUJETAS MIS MANOS
DE TU CUERPO ME HACES PRESA.
DE MI DESEO TE HACES DUEÑA
ME LLENAS DE PASION

JUEGAS EN MI PECHOS
CON TUS MANOS Y LENGUA.
ME MUERDES, ME LAMES, ME COMES,
ME DESARMAS CON TU MIELES.

TE ESTRECHAS A MI CUERPO
ME ARRANCAS LA CAMISA,
DE ARDOR CONTENIDO
MI CORAZON SE DESATA.

ME QUITAS EL CINTURON
EN ARRANQUES DE PASIÓN.
ME DESABROCHAS EL PANTALON
PARA IR AL SIGUIENTE ESCALON.

GUIAS TU MANO POR MI PIEL
HASTA LOS PLIGUES MI MIEL.
DESEOS QUE BROTAN COMO FUEGO
DE MI SEXO EXALTADO

ME ACELERAS, ME ACALORAS
ME AMAS Y ME LLORAS.
DE PASIONES TANTO CALLADAS
TE LLEVAS MIS ENTRAÑAS.

TE ENREDAS CON TUS DEDOS
EN LOS PLIEGUES DE MI SEXO,
DE ACARICIAS ALOCADAS
AL CIELO TU ME LLEVAS.

MOVIMIENTOS SUAVES Y LOCOS
ME ALTERAN EN LO PROFUNDO.
EN TUS BRAZOS QUIEBRO Y MUERO,
EN LOS GEMIDOS DE MI ESPASMO.

Cómplice


Una mano que te ayuda
en lo hondo de una caída.

Un abrazo que te protege
cuando el dolor te hiere.

Un corazón que te abriga,
que las penas ahuyenta.

Un cariño no buscado,
de repente encontrado.

Una palabra de amiga dada
me hace ser afortunada.