Soy quién soy pese a quién pese. Esa soy yo.
Bienvenidos a mi rincón.
Myriam Luna.

domingo, 27 de octubre de 2019

A ORILLAS DEL GUADALQUIVIR

        Era un mes de noviembre. En un día cualquiera con una temperatura impropia de esa época del año.

        Allí estabas tú, en la salida de la estación, esperándome con cara sonriente y de no haber roto nunca un plato. - ¿Que estarás tramando? - pensé yo.

       Me recibiste con uno de esos abrazos que tanto nos gustan, apretaitos pero tiernos al mismo tiempo. 

-Tengo una sorpresa para ti.- Me dijiste con esa sonrisa que tanto me gusta. 
-Si ya sabía yo que estabas tramando algo. Esa sonrisa y esa mirada te delatan. Me tienes en ascuas  señorita... -Dije mientra pellizcaba si barbilla y la besaba ligeramente. 
-Todo a su debido tiempo- Dijiste con una 
sonrisa de oreja y sabiendo ya de antemano que no soltarias prenda. 
-Vamos chica misteriosa, y llévame a tomar algo- Dije entre risas y mirada burlona.


        Subimos al coche y me llevaste hasta orillas del guadalquivir. Fuimos a tomar unas cervezas con unas gambitas que estaban para chuparse los dedos había pasado poco más de media hora y dos raciones de gambas cuando miraste la hora. 

-Vamos rubita, es la hora. 
-¿La hora de que? - pregunté inocentemente aún sabiendo que mantendrías el misterio hasta el final.
-Tú calla y sígueme. -Me dijiste a la par que me tendías la mano. 

         Me aferré a ella, más aún, cuando me pediste que cerrara los ojos y me dejara llevar, que confiara en ti. Sacaste algo del maletero del coche, y agarraste mi mano: 
-No abras los ojos, tramposa, o te quedarás sin sorpresa.


        Caminamos un ratito, bajamos algunos escalones  y avanzamos otro ratito. Me ayudaste a sentarme en el suelo, luego te sentaste tú. 
-Ya puedes abrir los ojos.


        Cuando los abrí estábamos sentadas en el suelo, a la misma orilla del Guadalquivir, con la Torre del Oro a escasos metros como testigo. 
-Espera chica rubia, la sorpresa no ha hecho más que empezar. Vuelve a cerrar los ojos. 
-Chica misteriosa, ¿que será lo que te traes entre manos? -Dije con tono burlón mientras cerraba los ojos. 

         Sacaste algo de la bolsa que previamente habías cogido del maletero del coche, y lo pusiste en mi mano. 

-Ahora puedes abrir los ojos, chica rubia. Una para ti, y otra para mí. 


        Al abrir los ojos y ver lo que habías traído, se me abrieron los ojos como platos mirándote con sorpresa y extrañeza. 
-¿Una caña de pescar? 
-Si, vamos a pescar. 
-¿A orillas del Guadalquivir, junto a la Torre del Oro? 
-Por supuesto, aquí hay muy buenos peces. Sólo hay que tener un poco de paciencia. 
-¿Con una caña de pescar.... de juguete? -Pregunté con mirada todavía más incrédula. 
-Hey! No te burles! Es una gran caña de pescar. -Me contestaste con una gran sonrisa como quien tiene un trofeo entre sus manos.


         Lanzaste el sedal al río con el "anzuelo" y me pasaste la caña de pescar. Luego hiciste lo propio con la tuya, de un verde chillón que llamaba la atención. 
-Vamos a tener una buena pesca, rubia.


         Te miré de reojo, con disimulo. Se te veía tan feliz. Te estabas quedando conmigo, me estabas vacilando, me encantaba tu forma de hacerlo.
-No dudo que tengamos buenas pesca pero, ¿me cambias la caña de pescar? -Apenas pude decir mientras me reía 
-¿Que le pasa a tu caña? 
-Nada, que es rosa fosforito, y no me gusta el rosa. -Apenas podía aguantar la risa. 
-Chica rubia, el rosa fosforito atrae a los peces, pero si no te callas o bajas la voz no vamos a pescar ni un triste salmonete. -Me dijiste intentando reprenderme, con un enfado mal disimulado. 
-Está bien señorita Alicia, me fiaré de tus grandes dotes de pesca y sabiduría. 
-Confía en mí. 


        Mientras con mi mano izquierda sujetaba con destreza mi caña de pescar de juguete rosa fostorito, con la derecha buscaba tu mano y entrelazando mis dedos con los tuyos y te miraba a los ojos te dije:
-Confío en ti.


        El sol comenzaba a ponerse ante nosotras regalándonos un espectáculo de colores impresionante. Te miré, me miraste. Supe entonces que esa era la gran sorpresa que me tenías preparada.


        Desperté de mi sueño, pero no fue un sueño cualquiera. No fue más que un sueño. Fue El Sueño. Me reí por la ocurrencia de la caña de pescar de juguete, por el rosa fosforito que atrae a los peces. 

        Me reí, pero me sentí feliz, me hiciste feliz. Me hiciste sentir que todavía podía volver a reír y disfrutar de los momentos que nos brinda la vida Y aunque sólo fuera un sueño, entonces supe que eras especial. 

      Gracias por enseñarme a pescar. 



Foto ©Tonobalaguer

1 comentario:

  1. Muy chulo. Y qué gran regalo volver a reír y a sentir...

    ResponderEliminar