LA VENUS DEL ESTANQUE.

Era un día cualquiera del mes de julio, todavía de día pero casi anocheciendo. Paseaba por el Parque del Retiro, por el paseo del estanque, empapándome de esa vida que florece sin tapujos: payasos, malabaristas, músicos, cantantes,pintores y actores. Ahí estaba yo disfrutando de esa vida cuando la vi, apoyada en la baranda del estanque.
Podría decir que era la mujer más hermosa que había visto nunca, pero no era así, sin embargo había algo en ella que llamaba mi atención. No podía dejar de observarla. Me detuve a una distancia prudente, lo suficiente para recrearme en ella sin ser vista. Su melena larga caía por sus hombros, que se ondeaba por la leve brisa de esa noche.
Mi respiración se entrecortaba por momentos, mi corazón latía con más vigor de lo esperado. Tenía unas tentaciones horribles de acercarme a ella, de sentir su aroma, su piel. Avancé lentamente hacia ella, rozando con mi mano la barandilla para no perder el contacto con la realidad. Temía que si me acercaba demasiado la espantaría o simplemente se esfumaría igual que un sueño.
Me detuve a unos tres metros de ella, buscando el reflejo de su mirada en el agua. Deseaba detener mi mirada en ella, en las curvas de su cuerpo. Mis deseos, mis pensamientos me traicionaban. Sin saber cómo pasó, si fue ella o fui yo, escuché un corazón, unos latidos que no eran los míos, y sentí el calor de su piel. Nuestras miradas se encontraron frente a frente, lejos de los reflejos del agua, y en ese preciso instante pudimos reconocer la una en la otra lo que tanto tiempo llevábamos buscando.