Sara, mi dulce Sara... Hoy es el gran día. Después de seis meses hablando telegram, de escuchar tu voz a media noche entre susurros, escondiéndonos de miradas y oídos indiscretos.
Hoy es el día, hoy por fin nos vamos a encontrar. Un fin de semana con sus días y sus noches, solas tu y yo, por fin.
Hemos alquilado una cabaña en el bosque, en el norte, en los pirineos. Casi en la frontera con Francia. Sin Wi-fi, sin cobertura, sólo un teléfono con línea fija que rara vez funciona. Completamente aisladas de todo y todos, sólo Eva sabe nuestro destino.
He llegado una hora antes de lo acordado, quiero chequear la cabaña primero, y adecentarla para recibirte como te mereces.
Unas velas escoltando los peldaños de la escalera, también en el dormitorio principal, y otras en el baño iluminando tenuemente la bañera que se va llenando poco a poco, muy lentamente, con agua muy caliente para que no se enfríe. Y por supuesto, como no, encender la chimenea para caldear la temperatura y el ambiente.
Estoy nerviosa, y ansiosa, siento que el tiempo no pasa mientras espero. Apenas quedan diez minutos para que llegues. No hago más que recorrer todas las ventanas del salón mirando a ver si llegas. Salgo a la calle mirando al horizonte del camino buscando un atisbo de luz que me indique tu llegada, pero solo veo oscuridad.
Decido dar un paseo a contemplar el lago y caminar entre la nieve. Necesito serenarme, y esta calma acompañada del frío me relajan completamente.
Emprendo el camino de vuelta a la cabaña. Hace bastante frío fuera. Mi cuerpo empieza a temblar nuevo, estoy viendo un coche aparcar junto al mio. Acelero el paso mientras vas saliendo del coche y llegar justo a tiempo de recibirte, no me has visto llegar.
Ahí estamos las dos, mirándonos, observándonos las dos con mirada tímida y nerviosa.
Ahí estamos, tu y yo solas, bajo la luz de una luna llena que nos acompaña.
-Sara, mi dulce Sara- Consigo decir en apenas un susurro.
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