Soy quién soy pese a quién pese. Esa soy yo.
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Myriam Luna.

sábado, 22 de octubre de 2011

El sueño

Y en medio de la noche, en plena madrugada, se despertó como muchas otras noches y se sentó en la cama. La paz y la calma del momento inundó su alma y su cuerpo.
Se detuvo a observar, como tantas noches, el cuerpo que yacía dormido a su lado. Un cuerpo lleno de hermosura y de ternura, de placer y de pasión sin límites, incansable hasta el agotamiento… Admiraba como resbalaba el cabello por su rostro dormido, estudiaba cada gesto y cada detalle… y cada movimiento de sus labios y de sus ojos escondidos bajo los párpados. Estudiaba cada milímetro de su piel… su frente, la suavidad de sus párpados, sus mejillas, su nariz, esos labios tan apetecibles y tan hambrientos, la forma que tanto le gustaba de su barbilla…
Con su mirada acariciaba ese cuerpo amado y deseado, y dibujaba mentalmente sus caricias a lo largo de su cuello con la yema de los dedos. Unas caricias suaves y delicadas recreándose en su tacto. Mientras, lentamente, su mirada va descendiendo por su cuerpo hasta encontrar y detenerse en sus pechos desnudos que a sus ojos se antojaban perfectos, suaves, tersos y juveniles. Unos pechos que encajaban a la perfección en el huevo de sus manos, como si la madre naturaleza las hubiera creado para ellas.
Se recreaba en ellos totalmente abstraída, como sometida al influjo de la hipnosis, acariciándolos con su mente y su mirada, dibujando su contorno, su aureola y sus pezones… ¡Que maravillosa sensación la que su mente recreaba!!!.... y desde sus pechos descendía hasta su abdomen, tantas veces acariciado y admirado por sus manos, y el ombligo… ¿Qué misterio escondería que tanto le gustaba observarlo?  
Y casi de forma súbita y repentina, su mirada se encuentra con la débil frontera  de las sábanas, interrumpiendo las caricias de su mirada, escondiendo bajo ella el calor y el fuego de un volcán en erupción. Por un instante piensa en deslizar la sábana para proseguir sus caricias, cuando ese cuerpo aún dormido, extiende su mano hacia ella, buscándola, reclamándola… entonces sin pensarlo va a su encuentro y se tiende a su lado, agarrando la mano de ese maravilloso cuerpo dormido.
Cierra los ojos y en el silencio de la noche, como tantas otras noches, escucha el palpitar de su corazón y su acompasada respiración. ¡Ritmos tantas veces recreados por su corazón en la distancia…! Se deja embaucar por ellos, sumiéndose, poco a poco y lentamente en un sueño profundo…





(21/3/2009)

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